Reinas del asfalto | La Nación

2022-08-20 04:09:59 By : Ms. Elsa Lee

foto mario rojas 17julio 2005 , salida de la Sabana hacia Zarcero ,de las viudas negras grupo de motociclistas femeninas que los domingos hacen recorridos a diferentes lugares del pais es un grupo de unas 30 integrantes con motos de alta cilindrada y muchas de ellas profesionales en diferentes ramas,aparece la sensual Sirian Piedra espontanea conductora

Dos manos de uñas largas se agarran con fuerza del manubrio y, a cada movimiento hacia atrás de la muñeca, el ronroneante motor de 800 centímetros cúbicos suelta un rugido.

El chofer de un pequeño vehículo azul mira de reojo a la primera de una docena de motocicletas que se han detenido a su lado apenas unos segundos después de que se encendió la luz roja del semáforo.

Quien viaja arriba del asiento exhibe ese porte de rudeza que usualmente confieren las motos pandilleras. Viste camiseta negra, pantalón de mezclilla y unas relucientes botas de cuero. Lleva un pañuelo amarrado sobre la cabeza y la mirada oculta tras unos lentes oscuros.

Tiene el cabello largo, suelto sobre los hombros, y un par de guantes rosados en las manos que aprovechan la breve escala sobre la carretera para girar uno de los espejos retrovisores y pintarse los labios.

La luz verde da paso a un rugido colectivo y a una estampida que solo dejan ver las imágenes de dos arañas negras mientras las 12 motocicletas avanzan como si fueran una sola.

Uno de los arácnidos está impreso sobre una bandera púrpura que cuelga de una antena; el otro resalta en el brillante parche de sus espaldas con el letrero Viudas Negras en letras góticas.

Y es que, por más que lo intenten, desde hace cinco meses ninguna de estas mujeres logra pasar inadvertida cuando sale a la calle.

Ellas son las integrantes del primer motoclub femenino de Costa Rica que, bajo el amparo de la mortal araña, han comenzado a ganarse un lugar entre los seguidores del motociclismo recreativo.

Los primeros hilos del grupo los tejieron, a inicios de año, Mónica Isaza y Vivian Gómez, dos madres apasionadas por las motocicletas de alta cilindrada.

Ambas se conocieron durante los paseos que organizan otros motoclubes del país. Tras encontrarse, un par de llamadas telefónicas bastaron para ponerse en contacto con otras motociclistas. El 9 de febrero pasado, todas se reunieron por primera vez en la Soda Tapia.

Nueve mujeres llegaron ese día con sus motocicletas hasta el conocido local de Sabana Este y, tras unos cuantos minutos de conversación, el primer motoclub femenino del país comenzó a rodar.

Solo hacía falta buscarle un nombre, ese par de palabras adecuadas para identificar una pasión que algunas traían dentro desde que eran niñas.

"Cuando alguien propuso el nombre de 'Viudas Negras', nos gustó a todas. Aunque puede sonar un poco violento y hasta polémico, a nosotras nos agradó, porque se trata de un animal que pasa el tiempo construyendo y sabe proteger su hogar y a los suyos", explica Vivian Gómez.

Una vez "bautizadas", todo fue sobre ruedas. La silueta de la temida araña tejiendo su tela sobre el nombre del club escrito en letras góticas comenzó a multiplicarse.

Banderas, chalecos y camisetas sirvieron para identificar al grupo que comenzaba a crecer, azuzado por la experiencia que sus integrantes habían adquirido en carretera y una pasión que, cada vez más, se olvida de las diferencias de género.

Hoy, todas las Viudas aseguran que desde hace años soñaban con formar parte de un club de mujeres motociclistas, pero, como no conocían a otras damas con ese amor por los motores, se integraron a los clubes mayoritariamente masculinos que hay en Costa Rica -Los Coyotes, ACOMORE y M-14.

Por un tiempo, eso fue suficiente para saciar su sed de aventura sobre ruedas, mas su viejo deseo terminó ganando.

Ahora, se reúnen todos los sábados a las 9 a.m. en la misma soda que las vio nacer como grupo, conversan un rato, se toman un café y agarran carretera hacia algún pueblito del Valle Central.

A media tarde regresan a sus hogares, motivadas por la liberación de estrés que, según ellas, les genera unas cuantas horas de paseo en moto.

Miradas y piropos . La mañana del domingo pasado la ciudad de Naranjo recibió una sorpresa unas horas antes del mediodía. Decenas de motocicletas interrumpieron con su rugido la tradicional calma del cantón alajuelense.

Al frente del grupo iban las Viudas Negras y, al percatarse de la presencia femenina, más de un hijo de vecino lanzó sus mejores piropos.

Gritos, silbidos, bocinazos y hasta besos les salían al paso desde ambas aceras.

Los más recatados se limitaron a sonreír, mientras seguían a las motociclistas hasta que las perdían de vista.

"Todo el tiempo nos dicen algo en la calle, que la moto está muy linda, que nos vemos guapas, que si somos muy fuertes y que si los llevamos a alguna parte. Pero así como nos halagan, también hay algunos que nos dicen frases pasadas de tono", confiesa la limonense Roshany Grant Lymch.

Cada vez que las Viudas Negras ponen sus ruedas sobre el asfalto constituyen todo un espectáculo. Buena culpa de ello la tiene su apariencia: blusa negra, un ajustado pantalón de mezclilla y unas botas de cuero que les llegan casi hasta las rodillas.

Y aunque se puede decir que las camisetas y el jeans son casi el uniforme oficial de los motociclistas, ellas se han encargado de darle un toque femenino a la vestimenta pandillera.

Tacón alto, pelo largo, aretes, accesorios, maquillaje y lápiz labial agregan un poco de color a la tradicional estampa de rudeza.

La otra mitad del show lo componen sus motocicletas, esos vehículos consentidos cuya apariencia no deja duda de que están bajo el cuidado de una mano femenina.

"En el grupo no hay competencia, cada una tiene la mejor moto. Las lavamos, las limpiamos y las dejamos relucientes. Ellas son las chineadas de la casa", confiesa Wendy Montoya, una joven madre de Barrio Cuba.

Los colores y adornos de las motos reflejan el gusto de sus dueñas. Negro, azul, amarillo, blanco o celeste. Y para redondear ese toque personal, algunas decidieron decorar el tanque y los costados con arañas, calaveras y animales marinos.

Las marcas y estilos de las motocicletas también dan un ejemplo de la variedad del grupo. Honda, Suzuki, Yamaha y Harley Davidson son esos pequeños "chineos" que requirieron años de ahorro y sacrificio, pues una motocicleta de alta cilindrada vale al menos unos ¢2 millones.

Pero la inversión realizada parece ser lo de menos, pues las doce singulares mujeres aseguran que nada se compara con los beneficios y disfrutes del motociclismo recreativo.

"Muchas veces, el estrés de una semana de trabajo se olvida en la carretera. Es increíble el grado de liberación y alivio que una alcanza cuando siente el viento dándole en la cara y avanza sobre el asfalto disfrutando del paisaje", asegura Mónica Isaza, una colombiana radicada desde hace más de 20 años en nuestro país.

Al placer que sienten cuando pasean en moto se suma la tranquilidad de contar con el apoyo de su familia.

Algunas de las Viudas Negras comparten con sus maridos e hijos el gusto por las motocicletas y eso las ayuda a tener más tiempo para dedicárselo al grupo.

"Fue mi esposo el que me enseñó a andar en moto cuando éramos novios. Ahora que estamos casados, tenemos un taller de motocicletas, y salimos a pasear con nuestro hijo", cuenta Wendy Montoya.

Puertas abiertas . Hace una semana, las Viudas Negras tomaron parte en la organización del primer encuentro de mujeres motociclistas. A la convocatoria respondieron al menos 15 mujeres que no integran el club, pero que llegaron con sus pandilleras a la entrada del Estadio Nacional, en Sabana Oeste.

De ahí, el grupo partió hacia Zarcero. La encargada de abrir camino fue Mónica Isaza, cuya propiedad para dirigir al grupo no permite ni siquiera sospechar que hace apenas tres años compró una motocicleta para aprender manejarla.

Levantando alguno de sus brazos indica las curvas del camino y la dirección que tomarán al llegar a un cruce; con una de sus piernas al aire advierte a quienes la siguen sobre los abundantes huecos en la carretera.

Si alguna de una ellas necesitó hacer una "parada estratégica" no hay mayor reparo: la luz direccional ilumina uno de los costados tras señalar el lugar elegido.

"El hecho de estar en un grupo de mujeres nos hace sentir un poco más comprendidas que cuando salimos en grupos mixtos, porque a veces a los hombres les cuesta mucho entender eso de que fisiológicamente las mujeres necesitamos ir más al baño, o duramos más frente al espejo mientras nos pintamos los labios o que la mayoría del tiempo no tomamos licor", recalca Sirian Piedra, una josefina de 28 años.

Como máquinas que son, las motocicletas no están exentas de sufrir desperfectos y, aunque la mecánica ha sido un campo en el que pocas mujeres han incursionado, la Viudas Negras están preparadas para enfrentar alguna eventualidad.

Yita Castro y Wendy Montaya son las llamadas a actuar cuando los vehículos de sus amigas se quedan "varados" en carretera.

"Hay pequeños arreglos, como cambiar las candelas, arreglar los 'fiuses' o reparar una luz, de los que nosotras nos encargamos. Si se presentan averías mayores, llamamos una grúa o pedimos a algún amigo que nos remolque", afirma Yita.

El domingo, la adrenalina llevó al grupo de mujeres hasta el restaurante El Mirador, unos kilómetros antes de llegar a Alfaro Ruiz. Ahí las esperaba un desayuno contratado con antelación y, mientras todas comían, sus motocicletas seguían dando espectáculo a los vecinos curiosos que se acercaban a admirarlas.

Poco después del mediodía, el grupo venía de regreso hacia la capital. Traían la piel tostada por el sol, una sonrisa triunfal y&...; una miembro más. Jenny de Durán, una josefina de 58 años que decidió ser, a partir de ese día, una Viuda Negra más.

"Ya he pertenecido a otros grupos, pero siempre quise integrar uno de mujeres y este me gustó. Ahora tengo una gran motivación para disfrutar de mi moto", confiesa la nueva miembro.

Y es que las Viudas son una manada en crecimiento, dispuesta a enredar cada vez más fanáticas del motociclismo recreativo en su telaraña.

Dentro del grupo no existen diferencias. Hay mujeres de Alajuela, San José, Limón y Heredia, con edades entre los 23 y los 58 años. Entre ellas hay novias, esposas, exesposas, madres y hasta abuelas.

El único requisito es tener una motocicleta y estar dispuesta a demostrar que cuando se trata de andar sobre dos ruedas, las mujeres pueden ser las reinas del asfalto.

Cuando no están sobre sus motocicletas, la mayoría de las Viudas Negras se ven tan diferentes que pocos podrían relacionarlas con la práctica del motociclismo.

Son madres, abuelas y esposas que, aparte de las motos, dividen su tiempo entre el trabajo y la familia.

Por ejemplo, Mónica Isaza es una colombiana radicada hace un par de décadas en nuestro país. Está graduada en bibliotecólogía, es madre de dos hijos y trabaja en el colegio Roberto Brenes Mesén, en Hatillo 2.

Vivian Gómez, es una joven abuela de 42 años, que administra el restaurante Los Mescalitos, en San Pablo de Heredia.

Sirian Piedra tiene una empresa de publicidad; Rashany Grant labora para una firma de telemercadeo; y Carolina Mena imparte lecciones de saxofón en la Universidad Nacional y el Conservatorio Castella.

Quizá la única que se mantiene dentro del mundo de los motores es Wendy Montoya. Esta diseñadora motriz administra con su esposo un taller para motocicletas, ubicado en Barrio Cuba.

"Esa imagen de rudas o rebeldes que se ha generalizado para los motociclistas está en la forma que cada una de nosotras decida reflejarla, pero en el fondo todas somos mujeres muy dulces", asegura Wendy.

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© 2022 Todos los derechos reservados, cualquier uso requiere autorización expresa y por escrito de Grupo Nación GN S.A.

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